lunes, 15 de marzo de 2010

Sucedió una vez que dos ranitas salieron a dar un paseo. Como hacían a menudo, recorrían los prados que rodeaban su charca saltando alegremente. Hasta que un día sucedió algo totalmente inesperado: tras un salto ni más ni menos largo cayeron dentro de un cubo que el vaquero había olvidado cerca del establo y que aún guardaba bastante leche.

Al principio las ranitas no comprendían qué había sucedido, incluso encontraban divertida la situación. Pero pronto se dieron cuenta que aquello se estaba convirtiendo en una trampa: por mucho que se esforzaban por salir del cubo, las paredes metálicas eran demasiado lisas y el borde quedaba demasiado alto. Y así lo único que podían hacer era nadar y nadar para no ahogarse en la leche.

Pero el tiempo pasaba y el cansancio se apoderaba de ellas. ¿Te has dado cuenta de que nunca vamos a salir de aquí?, le dijo la ranita mayor a la más joven. Nuestras patitas no podrán soportarlo mucho tiempo y me temo que nunca saldremos de ésta. Moriremos aquí.

No importa, respondió la otra ranita. No podemos hacer otra cosa que nadar. Nada y no te lamentes. Conserva tus fuerzas.

Tras varias horas más nadando, la ranita mayor se volvió a quejar y ante la insistencia de la pequeña, logró hacer un último esfuerzo… Pero fue en balde. Una y otra vez se hundía y cada vez más le costaba salir a flote, hasta que al final decidió darse por vencida y dejo de patalear. Poco a poco su cuerpo se hundió en la leche.

La otra ranita siguió pataleando y pataleando, con una única idea en la cabeza: si la muerte había de sorprenderla, que fuera luchando. Y cada vez que su cuerpo se hundía en la leche, la sola idea de no dejarse vencer, la subía a flote.

Y así, con ese pensamiento en la cabeza y la negativa a dejarse sorprender por la muerte, sucedió lo extraordinario. Con todo aquel pataleo, logró convertir la leche en nata, y ésta a su vez en mantequilla. Y cuando bajo sus patitas todo fue sólido, de un salto logró saltar fuera de aquel cubo, toda extenuada, pero viva.

En los momentos más difíciles lo único que no podemos perder es la esperanza.
Si pones tu corazón en tu propósito, ningún esfuerzo te parecerá difícil.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguiremos pataleando entonces...

À toa dijo...

La renuncia es una forma de morir, escribió Dulce Chacón. No te canses, anda...

Erunámo dijo...

Anonimo
Ademas de patalear, no se te olvide sonreir, eso ayudará a los demas que no encuentran fuerzas dentro de su cubo de leche.

À toa
Dulce "C", yo patalearia mejor si puedieramos vernos más...no lo doy por imposible. 1000+1 bs

À toa dijo...

Cuando yo voy, tú no estás. Cuando tú vienes, yo ya me he marchado. Y es que a veces me canso... : (