Un trago más, que me mantenga despierto, dormido.
De fondo escucho el sonido del televisor. Las luces
y las sombras, se proyectan en la pared
dando forma a caprichosas figuras, sombras
chinescas que juegan con las velas, con los vasos
y las flores de la mesa del salón.
Y más lejos aún, el camión de la basura
y cientos de botellas que caen ruidosamente
golpeándose unas contra otras. Se oyen risas,
llantos, voces de jóvenes seducidos por esa última
y desleal copa de alcohol que se toma a ciertas horas
y en ciertos lugares donde se juntan los
desahuciados de alegrías, los ricos en penas y los
que arañan la noche por que temen que llegue el día.
Ahí fuera, como si de un mundo aparte se tratase, se
asocian realidades y mentiras de las que me siento
a salvo tras los cristales y las paredes. El ruido del
pequeño ejercito de difuntos, se aleja al fin,
despacio, para precipitarse quizá en la nada.
Luego el silencio, el zumbido en los oídos.
Miro las manijas del reloj he imagino que se paran y
que el instante se hace eterno, que soy Rick Blaine y no habrá más despedidas
ni reencuentros. Imagino que seguiremos siendo jóvenes, que
se puede encerrar en un frasco la esencia de mi mejor momento,
de sus mejores momentos. Me creo gigante frente al mundo y
no volveré a caer en los mismos errores, que tengo cintura
y espaldas y sangre. Que bobo.
Ella sonríe en sueños, susurra alguna palabra perdida.
Yo le sonrío, le hablo bajito.
Un trago más, que me mantenga despierto, dormido.
